CINCUENTA Y UN AÑOS FORMANDO CORAZONES...

¿Nos vemos en mayo!

jueves, 4 de marzo de 2010

OTRO PEDACITO DE MEMORIA...(el de Rocío Gil)


MI COLEGIO, MI INFANCIA

Mi paso por el colegio transcurrió de manera desapercibida y anónima. Fui una más. Pero el colegio no pasó por mi vida de igual modo.

De mi primer día en el colegio en el año 1975 recuerdo con claridad un lugar: el patio del recreo. Un sonido: el griterío de las niñas que jugaban a mi alrededor. Varias sensaciones: soledad, casi terror al principio y consuelo cuando al fin encontré a mi hermana Tere cinco años mayor que yo. Y sobre todo recuerdo una mirada: la de las amigas de mi hermana que en círculo me rodeaban con curiosidad. Diez años después fue mi último día en el colegio y curiosamente no recuerdo absolutamente nada. Entre un día y otro hubo muchos más repletos de recuerdos, caras, lugares, sonidos, olores, sensaciones, miradas… corazones.

Por suerte, pertenezco a esas generaciones que conocieron el colegio antiguo, pues estaba en quinto de E.G.B. cuando nos mandaron al Colegio Menor San Pablo para hacer las obras en el Paseo Santa Fe. Y es así que muchas veces he deseado pasear por aquella casa antigua para no sólo reconocer escenarios conocidos, sino para descubrir rincones para mí desconocidos. Y es que por mi carácter prudente nunca llegué a los lugares que otras compañeras cuentan recordar y que descubrieron gracias a una travesura, a un castigo o a un escondite.

¡Desearía tanto poder repasar con la mirada y no sólo con el recuerdo el patio de mármol! Su tejado de cristal y sus columnas. La portería bien pintada de blanco y siempre acompañada por María Antonia y aquella hermana viejecita y encorvada, para mí sin nombre. La diminuta capilla en mi memoria siempre oscura. La escalera de mármol que llevaba hasta la galería por la que se dispersaban las aulas. La escalera de madera que a cada paso crujía y que bajándola te conducía a otro patio lleno de plantas, con la pajarera y presidido por el Corazón de Jesús. El patio del recreo con las dos fuentes para beber y al fondo el pequeño patio cubierto con los servicios. Y a su lado las aulas de parvulitos que llegaban hasta la calle. Pero en mi recorrido mental hay pasillos que no sé a dónde llevan y puertas cerradas cuyo interior ignoro. Puertas que ya para siempre continuarán cerradas.

El curso se transición entre el colegio viejo y el nuevo para mí fue maravilloso. Nos tocó horario de tarde en el Colegio Menor San Pablo y ¡aquello fue una suerte para una dormilona como yo! Entrábamos a las dos y media del mediodía y de la hora de salida no estoy segura. En invierno era de noche y mi padre y la madre de Lolita Paniagua se turnaban para recogernos. En primavera cogíamos el autobús y en su espera jugábamos y disfrutábamos de la caída del sol desde el Conquero. A mi clase la ubicaron no en el edificio de aquel colegio, sino en lo que creo eran los vestuarios del centro, que remodelaron para transformarlos en un aula. Estábamos apartadas de todas las demás, pero aquello no me importó sino que, contrariamente, hizo que sintiera a mi clase más unida y compacta. ¡Fue un año inolvidable!

Comenzamos sexto en un nuevo lugar: las instalaciones de los Jesuitas, y lo terminamos en el edificio a estrenar y aún sin terminar del Paseo Santa Fe. Subíamos a la azotea a la hora del recreo y aprovechábamos para conocer nuestro nuevo colegio. Durante un tiempo tuvimos que asistir las mañanas de los sábados al colegio para recuperar las horas perdidas durante las obras. ¡Menos mal que nos permitieron ir vestidas de calle!

Mis dos últimos años en el colegio recuperaron la normalidad de horarios e instalaciones y reconozco que añoré las puestas de sol del Conquero, las mañanas sin madrugones, las castañas asadas que la madre de Lolita compraba a la vuelta a casa, los juegos en la parada de autobús…

El nuevo centro del Paseo Santa Fe era magnífico. Al fin teníamos gimnasio, salón de actos y capilla grande. Apenas me dio tiempo de conocerlo y disfrutarlo. Su recuerdo emocionado es para otras generaciones. Yo me quedo con aquella casa antigua del Paseo Santa Fe, con las Hermanas María, Flora, Celia, Magdalena, Amalia, Teresa, Pilar Maldonado… Las Señoritas Mª Ángeles, Maribel, Socorro, Maruja, Mª Carmen, Julia… Y mis compañeras Mª Jesús Vilchez, Mª Mar Caldentey, Ana Bayo, Rocío Buades, Ana Medina y tantas amigas más de mi infancia que sin nombrarlas me despido, ellas todas forman parte de mi vida y de la de este colegio por el que pasé anónima pero que tanta huella dejó en mí.

Rocío Gil Álvarez

3 comentarios:

  1. El paso de los años nos hace percibir cosas que en su momento no aprecias.Las hermanas mayores no nos damos cuenta del nerviosismo de las menores¡ya está superado!¡ya hemos pasado por ahí!Tu paso por el colegio no ha sido anonimo. Muchas gracias por los momentos que hemos pasado juntas. Muchos besos de tu hermana Tere

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  2. Precioso Rocio, en la lejania del tiempo es cuando nos damos cuenta de lo afortunadas q hemos sido al poder formarnos en un buen colegio

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  3. Muchas feliciadades Rocio, por hacerme recordar tantas cosas de las que yo no me acordaba.bestitos. nos vemos el 24.

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