miércoles, 20 de enero de 2010
UN PEDACITO DE MEMORIA... (el de Pilar Agudo)
Las que tuvimos la suerte de conocer y vivir ese colegio podemos sentirnos privilegiadas. Un palacio lleno de misterios y lugares que evocaban a la fantasía con frecuencia. En ese patio del níspero pude inspirar un cuento que escribí cuando salí del colegio, habitaban allí mis personales principales: una rosa, un tigre y un ruiseñor.
Menos idílico, pero muy importante en nuestra vida escolar, estaba el laboratorio con su esqueleto. Esa canina a la que hasta le habíamos puesto nombre, y que solíamos vestir con nuestros puchos de gimnasia y nuestras camisetas blancas. ¿Recuerdas esos puchos que utilizábamos a diario bajo la falda del uniforme? Esos puchos que nos permitían ir haciendo el pino por las paredes, dar volteretas en las varandillas de hierro que separaban las aceras de la carretera, jugar a “chicharitolahabah” en la Plaza de las Monjas o en el Paseo Santa Fe, además de en el patio del colegio evidentemente.
¿Y qué me dices de esos polos de cocacola que comprábamos antes de entrar en el cole por la tarde? Si hubiera habido entonces tantas inspecciones de sanidad como ahora, … ¡pobre hombre el de los polos!.
A medida que voy escribiendo, van llegando a mi memoria recuerdos y más recuerdos, vivencias que me parecían tremendamente crueles y que ahora guardo con un dulce sabor a melancolía. ¿A quién no le parecía cruel tener que pasar la mañana del sábado castigada en el cole por haber silbado en el Paseo Santa Fe? ¿o por haber jugado como un “chicarrón”? ¡Gran empeño el que tenían las hermanas esclavas de hacer de nosotras unas perfectas señoritas! Y trabajo el que les costaba. Cuánto cariño además sentíamos con ellas: la hermana Magdalena, tan seria pero tan “madre de todas”, las hermanas Teresa y Pilar Maldonado, la hermana María, la hermana Carmen Clavijo, la hermana Olimpia, la hermana Celia, … y, cómo no, la hermana Rudi, con la que tanto nos divertíamos en los trabajos manuales. Ayer pude ver a la hermana Pilar Maldonado, ¡¡qué alegría me dió!! Nos dimos un abrazo en el que habló el corazón. Entre las personas entrañables, no puedo dejar de nombrar a Mª Antonia, la portera, y a las limpiadoras, siempre soportando nuestras carreras por los pasillos y por el patio de mármol.
En fin, voy a parar un poco, porque me emociono y no paro. Ya continuaré compartiendo más recuerdos. Un abrazo.
PILAR AGUDO
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